Para arrancar la semana (XI)

Sepa disculpar, estimado lector, pero los Lunes este Blog se toma ciertas licencias. Y este Martes está disfrazado de Lunes. He aquí otro intento de arrancar la semana.

Pero no hay video, sólo un texto. Lo que escribí el Domingo a la tarde y quería compartirlo.

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Desde Adentro

Hoy corrí 42 kms. Mi primera Maratón. La de Buenos Aires.


Un Domingo por la mañana Buenos Aires es aún más linda que durante toda la semana. Y los primeros kilómetros de la carrera son disfrutables: uno está en ritmo, relajado, cumpliendo al pie de la letra el plan establecido. Tanto que se llega a apreciar el paisaje. En su primera mitad, el recorrido atravesó el centro porteño visitando algunos hitos de la ciudad. Por unos minutos uno podía inflar el pecho y sentirse orgulloso al lado de los extranjeros que vinieron a la Argentina especialmente para esta Maratón Internacional (por cierto, la organización fue perfecta). Aunque minutos más tarde esa pseudorealidad se termine y siga la carrera.


Esa tranquilidad dura, aproximadamente, la primera mitad. Los 21k son un momento clave. Hasta entonces todo es disfrutable, desde allí casi todo es sufrible. Para muchos, la carrera empieza (o se termina) ahí. Una media maratón es una buena referencia de lo que uno puede hacer y una gran distancia en la etapa de entrenamiento, pero el día de la carrera no es más que el comienzo de una segunda mitad exactamente igual. Hasta ese punto uno logra no prestar demasiada atención al paso de los kilómetros y hasta se deja sorprender por la cantidad de minutos que pasaron. Pero desde entonces, es imposible no prestar atención detallada a cada kilómetro, el reloj parece avanzar cada vez más lento y cada golpe contra el piso parece más duro.


A partir de allí, sirven las pequeñas metas. El paso a paso. Antes de la llegada, hay que atravesar los 30. Es difícil mantener el mismo ritmo, se empiezan a buscar los pequeños placeres: comer algo dulce, hidratarse, acomodarse el reloj, mojarse en la tenue llovizna provocada por los bomberos. Y los kilómetros pasan. Se empieza a ver atletas caminado, elongando, abandonando… Aunque sienta compasión, uno intenta ignorarlos: la tentación de hacer lo mismo puede ser muy grande.


Hasta que llega el mítico kilómetro 30. Afamado y temido, le dicen el muro. No es casual que tanta gente se haya acercado hasta ahí para acompañar. Hay realmente un antes y un después. La dificultad de los últimos doce kilómetros es directamente proporcional a la facilidad de la primera docena, pero una vez que uno lo atraviesa sabe que ya no puede parar. Aunque la idea aparezca una y otra vez en la cabeza, y uno se pregunte si hace falta seguir, si se superaron los 30, no se puede parar. Y todo indica que uno debería detenerse, pero el cuerpo parece ignorar a la mente. Hay, incluso, algo de inercia. El novelista y maratonista japonés, Haruki Murakami, cree que hay algo trascendental en esa situación a la que definió como “corro, luego existo”.


Y cuando se viene lo peor, llega lo mejor. Uno comienza a acercarse a la meta, a terreno conocido, al imprescindible último esfuerzo. Es injusto decir que uno corre sólo. En el lugar indicado y en el momento justo, estaba la persona elegida para alentar, acompañar y lograr que desde el mismísimo fondo de la nada, salga un puñado más de fuerza que dure hasta el final. Personalmente, además, tengo el privilegio de entrenar con el Profesor Mario Corvi y su equipo. Que no sólo tiene grandes corredores, pero por sobre todo, buenas personas. Y paradójicamente, terminan siendo los de afuera, los que hacen que uno se quede ahí adentro y llegue hasta el final.


Una Maratón como la de Buenos Aires es para estar orgullosos. Y aún con los trastornos que genera, habla bien de nuestra sociedad que haya una carrera cada domingo. “Correr hace bien”, me dijo ese hombre mayor en la largada después de contarme que su objetivo ahora era llegar antes que le cierren la meta. Él ya tenía más maratones corridas que yo años cumplidos. Una inspiración para todos los que lo lograron, para los que lo intentaron, y para todos los que de alguna manera hicieron posible este acontecimiento récord en la historia del atletismo nacional.


En la recta final, las lágrimas no me dejaban sonreir. O la sonrisa no me dejaba llorar. Como sea, a veces hay que ponerse un objetivo. Y alcanzarlo. Sin rivales ni relojes. Sólo para ser mejores que nosotros mismos.


Martín Casaccia
"Corredor Amateur"



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5 comentarios

  1. Estuviste bien.

    ¿Y Adidas...? Fue un muy buen sponsor. Al igual que Gatorade y Sierra de los Padres.

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  2. Grande Bata, te felicito por haber llegado.

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  3. Que genialidad! Felicitaciones!

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  4. El domingo a la noche, la mía.

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